Roberto quería publicar materiales excelentes. Pero los colegas siempre le señalaban los errores. La ansiedad de Roberto crecía cada día más. Le parecía que todo lo que hacía estaba mal. Se asustó pensando que había elegido mal su profesión. A pesar de eso, su material se sigue publicando de forma regular en la revista y el jefe de redacción a veces incluso le felicita. ¿A lo mejor Roberto debería decidir qué opiniones escuchar y cuáles no?

Roberto dejó de interesarse por la opinión de otros redactores sobre sus trabajos. Así se sentía más tranquilo. Roberto decidió que la perfección le llegaría con la experiencia. Poco a poco desarrolló su propio estilo de presentación de material. A los lectores les gustaban sus artículos y dejaban reseñas de admiración.

Cuando Roberto recibía algún comentario poco halagador de sus colegas, se decía: “¡Vamos a ver! ¡Lo he hecho todo genial! ¡El que no se equivoca es el que no hace nada!”. Y luego preguntaba a los colegas: “¿Qué crees que debería hacer de otra manera para avanzar?”. Eso le ayudó a no preocuparse demasiado por la opinión de los demás, aprender a separar las emociones de los hechos y perfeccionar sus habilidades.