El miedo al fracaso y el hábito de posponer las cosas hasta "tiempos mejores". La confianza de que no es interesante y no va a funcionar.
Problemas de concentración y procrastinación. Todo esto puede denominarse trampas mentales o sesgos cognitivos. Son redes tendidas por nuestra mente para impedirnos avanzar, desarrollarnos y salir de nuestra zona de confort. Pero un sesgo es un sesgo: no refleja en absoluto la realidad y sólo es un obstáculo para nuestro objetivo de cambiar nuestra vida.
Así que prepárate para el hecho de que antes de que intentes hacer unos cambios e incluso en el proceso de dichos cambios, tu subconsciente hará cualquier cosa para disuadirte. El subconsciente puede arrojarte argumentos muy convincentes y valiosos. Lo principal es parar los pies a tiempo a tu crítico y al alarmista interior. Para simplificarte esta tarea, reunimos todos los sesgos cognitivos en una lista. Ahora te diremos cómo puedes lidiar con ellos.
Sentimiento de que todos los nichos ya están ocupados
Es un sesgo común tanto para los principiantes en los negocios como para los profesionales que están ya hartos de su trabajo y desean cambiarlo. Por ejemplo, estás convencido de que hay demasiados competidores grandes y famosos en el nicho, y que simplemente no tiene sentido competir con ellos. O crees que todas las vacantes con las que sueñas ya están ocupadas porque "un buen lugar nunca está vacío". Pero no olvides que el éxito no llega a los que fueron los primeros en entrar en el campo, sino a los que saben lo que hacen y lo hacen con pasión.
Por supuesto, en el contexto empresarial, hay matices: siempre hay que asegurarse de que se trata de un sesgo cognitivo, no de la situación real. Porque en el mercado actual, al fin y al cabo, hay nichos ya ocupados o muy ajustados. Investiga al respecto, identifica y estudia a tu público objetivo, calcula la ventaja competitiva de tu producto y evalúa las empresas con las que tienes que competir. Si el estudio de mercado te dice que otro nicho relacionado no está tan ocupado como el que elegiste al principio, pero sigues con miedo, entonces, se trata de un sesgo cognitivo y no deberías hacerle caso.
No entiendo por dónde empezar
Aceptar un trabajo nuevo y también desconocido en el que no se tiene experiencia siempre es difícil. En esos momentos parece que la tarea es imposible de hacer, y es mejor renunciar a ella antes de que sea demasiado tarde y antes de arrepentirse de haber empezado. En estos casos, hay que sentarse, coger una hoja de papel y dividir una tarea gigantesca en otras más pequeñas y fáciles de hacer. Tampoco te comes todo el pastel, ¿verdad? Lo cortas en trozos. Así que aquí es lo mismo. Ni siquiera tienes que hacer las pequeñas tareas en una secuencia determinada, lo importante es simplemente hacerlas, porque son tus pasos hacia tu gran sueño.
Soy incapaz de concentrarme
La incapacidad para concentrarse puede ocultar un agotamiento emocional, por lo que es importante saber diferenciarla de la procrastinación ordinaria, es decir, de la pereza. En el primer caso, la pérdida de concentración va acompañada de una serie de otros síntomas, como fatiga crónica, apatía, problemas de sueño (o somnolencia excesiva), ansiedad y problemas de salud mental.
Por lo tanto, si se trata de un agotamiento emocional, necesitas reconstruir tus recursos internos antes de hacer cualquier cambio. Si se trata de la procrastinación, te pueden ayudar las técnicas estándar de gestión del tiempo, como el Pomodoro: pon un temporizador y trabaja durante 15-20 minutos sin distraerte, luego tómate unos minutos de descanso y vuelve a hacerlo. Aumenta gradualmente el tiempo de trabajo hasta que llegues a una hora y no necesites un temporizador.
La dependencia de la opinión de los demás
Las opiniones no solicitadas y desagradables no se pueden evitar, por mucho que se intente. Aunque te niegues a cambiar y sigas haciendo lo que haces, corres el riesgo de que un día oigas: "¿Pero por qué no cambias nada? ¡Qué estupidez!". Por eso, escuchar las opiniones de los demás es un camino sin salida. La gente pensará en ti y se olvidará de ti, mientras que tú tendrás que vivir la vida que elegiste por culpa de ellos.
Prueba la siguiente técnica: haz una lista de todas las personas con las que tienes contacto frecuente y luego identifica a aquellas cuyas opiniones realmente te importan. Lo más probable es que estas personas sean familiares o amigos cercanos que seguro que te apoyan. Entonces, ¿por qué escuchas a personas que no son importantes para ti en absoluto?
El deseo de ser el mejor de los mejores
Por un lado, es un sesgo productivo que impulsa a las personas a lograr resultados extraordinarios. Pero no es adecuado para objetivos a largo plazo porque el perfeccionismo agotará tus recursos a mitad de camino. El perfeccionismo suele provenir del deseo de demostrar algo a alguien, por lo que hay que trabajar con él primero. Vuelve a la misma lista que hiciste antes: ¿a cuál de estas personas tienes miedo de decepcionar? ¿Por qué? ¿Hay alguna razón real para esto? ¿Qué es lo peor que puede pasar si no eres el mejor? ¿Realmente es tan horrible?
Preparación interminable
Muy a menudo, el sesgo anterior conduce a este sesgo, es decir, una preparación tan minuciosa y detallada que amenaza con eternizarse. En lugar de actuar, te impones constantemente condiciones: "No, primero tengo que ahorrar dinero", "Tengo que estudiar y revisar todo de nuevo", "Tengo que hablarlo con alguien una vez más...". Por eso el cambio se pospone.
Tienes que comprender que no puedes preverlo todo y garantizarte el 100% de seguridad. De un modo u otro, te encontrarás con situaciones que no esperabas y que supondrán un reto para ti. ¡Y estas situaciones son puntos de crecimiento! Después de enfrentarte a ellas, tendrás nuevas experiencias, nuevos conocimientos y nuevas habilidades. Puedes prepararte para estos retos justo en el proceso, encontrando soluciones antes de que surjan. Aprende a adaptarte y empieza poco a poco si tienes miedo de "sumergirte en lo más profundo" de inmediato.
Lamento haber estudiado y trabajado en un trabajo que no me gustaba
Has pasado mucho tiempo dominando una profesión que resultó no ser la tuya, o has trabajado en tu actual empleo durante décadas. "¿Cómo lo dejo después de eso? Todo lo que he hecho ha sido en vano", podrías pensar, y eso sería un cruel engaño. Al fin y al cabo, cualquier trabajo desarrolla no sólo nuestras habilidades duras, que son directamente relevantes, sino también las habilidades blandas, que son universales para todas las demás áreas. Por ejemplo, la capacidad de gestión de equipos, la capacidad de hablar en público y la inteligencia emocional. Todo esto te será muy útil en tu nuevo campo. Tampoco hay que renunciar a las viejas habilidades duras. Hoy en día, el mercado laboral valora especialmente a los especialistas multifuncionales que pueden trabajar en la intersección de diferentes direcciones. Seguro que un diseñador convertido en programador será muy demandado.
La convicción de que no hay otra opción
Por ejemplo, hablas tres idiomas pero piensas que no es motivo para cambiar de campo de actividad y que seguramente no te aportará suficiente dinero, porque con esos conocimientos el único lugar donde puedes trabajar es alguna escuela de idiomas. Pero, ¿por qué estás tan seguro? Investiga el mercado de trabajo antes de sacar esas conclusiones. No sólo podrías enseñar a adultos como profesor de idiomas (lo que de por sí está muy bien pagado), sino que podrías considerar la posibilidad de trabajar en otro país, en el sector del turismo, en cursos online o incluso como bloguero.
El miedo a que sea demasiado tarde para empezar
Muy a menudo, las personas renuncian a sus sueños simplemente porque piensan que son demasiado "viejos" para perseguirlos. Para algunos, la vejez profesional llega a los cuarenta años, para otros a los cincuenta, pero en realidad ninguna edad es motivo para tener miedo al cambio. Las historias de personas reales que no tuvieron miedo de cambiar sus vidas te ayudarán a verlo. La famosa abuela DJ, bajo el seudónimo de Mamy Rock, empezó a construir su carrera musical a los 69 años, y llegó al punto de realizar incluso giras mundiales.
Ninguna de tus creencias, ninguna opinión ajena y ningún estereotipo de la sociedad merecen que te conformes con un trabajo que no te gusta y que entierres tus sueños. El cambio no es para nada estresante, no hay que saltar al abismo y no hay que quemar los puentes. Es sólo un nuevo camino, una bifurcación que puedes recorrer a tu propio ritmo. ¡Pero la palabra clave aquí es "recorrer", no "quedarte parado"!