A pesar de su peculiaridad y autosuficiencia, marcadas por su aislamiento insular, Japón es un país que ha sabido adoptar elementos de otras culturas.
Una de sus mayores habilidades es seleccionar lo mejor de otras tradiciones y adaptarlo a sus necesidades y realidades. Así, el sistema educativo japonés le debe mucho a China, ya que fue en gran parte a través de la escritura y las doctrinas religiosas chinas que surgieron los caracteres japoneses. Inicialmente, las escuelas japonesas eran monasterios budistas, pero en el siglo XIX Japón decidió reformar su sistema educativo inspirándose en los modelos occidentales, especialmente en el estadounidense, adaptándolo a su propio contexto.
Actualmente, el sistema educativo de Japón es reconocido como uno de los más sólidos -y también uno de los más exigentes- del mundo. Desde 1964, Japón ha mantenido consistentemente su posición entre los cinco países con mejores resultados en matemáticas. Hoy en día, solo un 2-4% de los japoneses optan por estudiar en el extranjero, ya que la educación nacional es muy valorada y ofrece sólidas perspectivas de empleo al graduarse, lo que contribuye al prestigio de cada institución. Las universidades más destacadas, como las de Tokio y Kioto, son altamente competitivas, con hasta 30 aspirantes por plaza en algunas especialidades. ¿Qué factores hacen que el sistema educativo japonés sea tan eficaz y que los japoneses destaquen por su laboriosidad y disciplina?
¿Cómo es la educación escolar en Japón y qué la hace una de las más exigentes del mundo?
La respuesta podría resumirse en una frase: "es por la mentalidad japonesa". Y aunque esto es cierto, es el propio sistema educativo japonés el que fomenta y moldea esta mentalidad en las generaciones futuras. A través de una serie de características distintivas y prácticas únicas, el sistema japonés se convierte en un agente crucial que cultiva el compromiso, la disciplina y la resiliencia de los futuros profesionales.
Por ejemplo, el camino educativo de los niños japoneses comienza desde muy temprano. En el país existen "guarderías para bebés" que aceptan a niños desde los tres meses de edad. Aunque la razón de su existencia está más ligada a la carga laboral de los padres, muestra cómo los japoneses involucran a los niños en el sistema desde una edad temprana. El proceso educativo formal comienza a los tres años en las guarderías, aunque no es obligatorio y puede ser costoso, ya que solo unas 50 de estas instituciones son gratuitas; las demás son privadas y de pago. Sin embargo, muchos padres están dispuestos a asumir el gasto, ya que en estas guarderías los niños aprenden los silabarios japoneses -hiragana y katakana- lo que les facilita el aprendizaje en la escuela. Algunas guarderías están afiliadas a universidades, lo cual se considera un honor.
A los seis años, los niños ingresan a la escuela primaria. A los nueve pasan a la secundaria, donde estudian otros tres años y luego presentan sus primeros exámenes para avanzar a la escuela superior (que, además, es de pago en Japón). Hasta ese momento, los niños ni siquiera saben lo que es un examen; como mucho, realizan proyectos independientes. Durante este período, el objetivo no es tanto el aprendizaje académico específico, sino el desarrollo general y la educación moral. A los niños se les enseñan normas sociales y etiqueta, respeto mutuo y se inculca el amor por las tradiciones, el trabajo y la disciplina. Los alumnos de primaria estudian en bloques de 45 minutos, cuatro veces al día. Sin embargo, en la escuela superior pasan hasta 10 horas diarias en clase, con descansos de solo 10-15 minutos, además de la pausa para el almuerzo.
Parecería que una carga tan intensa debería compensarse con largas vacaciones, pero no es así: el nuevo año escolar en Japón comienza a principios de abril, coincidiendo con la floración de los cerezos (un símbolo significativo), y antes de esto los estudiantes solo tienen unas pocas semanas de descanso. En total, los estudiantes japoneses descansan solo dos meses al año, siendo las vacaciones más largas, de poco más de un mes, en verano, cuando el clima es muy caluroso debido a la temporada de lluvias.
Por cierto, sobre cómo se inculca la laboriosidad en los japoneses. En primer lugar, los niños simplemente no tienen otra opción que estudiar, ya que, mientras que en otros países una persona sin educación aún puede encontrar oportunidades para su autorrealización, en Japón las opciones laborales para quienes carecen de educación superior son escasas: el único trabajo accesible sin estudios son las labores manuales en la construcción o trabajos como sanitario. En otras palabras, las calificaciones aquí determinan el futuro de una persona, desde la admisión a la universidad hasta la contratación en una empresa, donde incluso pueden evaluar el desempeño académico del candidato a lo largo de su vida. En segundo lugar, no es casualidad que las escuelas japonesas dediquen mucho tiempo a la formación personal de los niños: tienen clases de economía doméstica, ética moral y, además, ellos mismos mantienen el orden y la limpieza en las aulas, ya que no hay personal de limpieza en las escuelas. Así, a través de la necesidad de resolver no solo tareas científicas específicas, sino también cuestiones prácticas, de participar en excursiones y actividades fuera del centro (lo cual también es obligatorio), se garantiza una participación activa en el proceso educativo. Como resultado, la asistencia a clases en Japón alcanza un 99%.
Pero, ¿cómo es que Japón alcanza récords no solo en laboriosidad y compromiso de sus ciudadanos, sino también en el ámbito intelectual? ¿Será solo la motivación por lograr un buen futuro y soportar la competencia, tan característica de la sociedad japonesa? Después de todo, todos los niños tienen diferentes habilidades innatas y no es común que a todos se les den bien todas las materias, a pesar de la dedicación y perseverancia. Esto es cierto: incluso entre los estudiantes japoneses hay quienes no destacan, pero rara vez mantienen estas dificultades hasta graduarse, ya que existe la práctica de las juku o academias de refuerzo, a las que casi todos los estudiantes japoneses asisten, sin importar su desempeño académico.
Originalmente, las juku surgieron para cubrir la brecha que aún persiste entre la educación escolar y la universitaria, especialmente en lo que respecta a los exámenes de ingreso, para los cuales la educación formal no brinda una preparación suficiente. En promedio, los estudiantes asisten a juku desde los 12 años hasta el final de la escuela secundaria, a los 18 (Japón tiene 12 años de educación escolar), donde refuerzan sus conocimientos y se preparan para los diversos exámenes que enfrentarán. Además de las juku, los estudiantes escolares participan en clubes y actividades extracurriculares por las tardes, llamadas kai, que generalmente abarcan temas que no se cubren en las clases regulares, como el arte, la música, deportes, entre otros. En definitiva, un adolescente japonés pasa el día entero en actividades escolares, a excepción de los fines de semana.
En cuanto a la educación desde la perspectiva de los propios maestros, tampoco es sencilla. En Japón, la competencia no solo se fomenta entre estudiantes, sino también entre los docentes: se organizan reuniones especiales donde intercambian métodos, materiales y resultados, además de observar la enseñanza de otros en clases abiertas. Esto contribuye al desarrollo de los docentes, los incentiva al autoaprendizaje y los motiva a elaborar modelos pedagógicos más eficaces y de alta calidad.
Además, en las escuelas japonesas existen prácticas orientadas a fortalecer el vínculo entre maestros y alumnos. Debido a su intenso horario, los niños pasan gran parte de su vida en la escuela, lo que convierte al maestro en un mentor, psicólogo y, en cierto modo, en una figura paterna. Una práctica común es la de los almuerzos compartidos, donde el maestro y los estudiantes comen juntos sus bento (comidas caseras) en el aula y mantienen diversas conversaciones durante el almuerzo.
Métodos japoneses: qué puede usted adoptar y aplicar
Ya hemos descrito cómo es la vida académica de los estudiantes japoneses y en qué se diferencia de otros sistemas educativos, lo que le ha otorgado la fama de ser una de las más complejas del mundo. Pero, ¿cuáles son los principios básicos en los que se basa la educación japonesa, además de inculcar desde pequeños la independencia, el colectivismo y el amor al trabajo? Estos principios, a diferencia del riguroso horario y la alta carga, pueden ser aplicados fácilmente para su propio aprendizaje o el de sus hijos.
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Estudie "paso a paso"
Además de Estados Unidos, otro gran influyente en el sistema educativo japonés es la metodología del profesor de matemáticas Toru Kumon, quien la desarrolló en 1954 tras observar las bajas calificaciones de su hijo en aritmética. Para ayudarlo, Kumon propuso que su hijo resolviera cada día problemas breves y específicos, que ocupaban solo una hoja y requerían un máximo de 20 minutos. A medida que su hijo progresaba, los problemas se iban volviendo más complejos. Al cabo de unos meses, el niño ya era el mejor de su clase, y otros padres empezaron a pedir a Toru que enseñara a sus hijos con el mismo método. Así nació el método Kumon y los centros que llevan su nombre, presentes no solo en Japón sino en todo el mundo.
¿Cómo aplicarlo? Divida los temas complejos para usted o su hijo en subtemas sencillos, practicando cada componente antes de abordar problemas más complejos. Lo importante es avanzar gradualmente, pasando a tareas más complejas solo cuando se haya dominado completamente el nivel anterior.
Este mismo principio guía también los cursos de Lectera. Nuestra metodología se basa en el desarrollo de habilidades mediante la resolución breve e intensiva de tareas prácticas específicas, lo que permite que nuestro aprendizaje requiera no más de 30 minutos al día. Los cursos se completan en pocos días, y al terminarlos puede aplicar inmediatamente lo aprendido en el trabajo y la vida diaria. Explore nuestro catálogo y elija la temática que le interese, desde habilidades interpersonales hasta inversión y negocios.
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Use métodos visuales y lúdicos
A pesar de que el sistema educativo japonés pueda parecer estricto, no carece de diversidad e instrumentos interactivos que hacen el aprendizaje más interesante y dinámico. Así, todos los libros de texto en Japón no solo son gratuitos, sino que también deben incluir ilustraciones, incluso para los estudiantes de secundaria. Gracias a las imágenes, el cerebro no solo puede cambiar de tarea más fácilmente, sino que también asimila mejor la información, especialmente cuando se trata, por ejemplo, de experimentos científicos que son difíciles de visualizar por sí mismos.
Las técnicas de juego también ayudan a prevenir el aburrimiento y el agotamiento emocional, que son riesgos comunes debido a la alta carga educativa. Por eso, en la educación japonesa se fomentan enfoques creativos e innovadores, el uso de colores vivos en las notas de clase y en los adhesivos, así como juegos de rol, representaciones teatrales, debates, entre otros.
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Haga pausas para dormir
El hecho de que los estudiantes japoneses puedan dormir en clase y que incluso haya descansos programados para tomar una siesta breve no es un mito. Dada la gran carga de trabajo en las escuelas japonesas, los estudiantes necesitan descanso adicional. Si un niño japonés se duerme en clase, probablemente estuvo haciendo tareas hasta tarde y necesita un momento de descanso. Escuche las necesidades de descanso de su cuerpo; el sueño no solo mejora la concentración, sino que también permite procesar y consolidar el conocimiento aprendido. Lo importante es que la siesta sea breve, unos 20-30 minutos dos o tres veces al día, entre periodos de actividad mental intensa, es suficiente.
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Alterne constantemente los tipos de actividades y no solo eso
Volviendo a la peculiar afición de los japoneses por la variedad, a pesar del uniforme escolar, la estricta jerarquía y el respeto a las tradiciones culturales. En Japón, se fomenta la diversidad en todo lo que involucra actividades. Cada año, las clases se reorganizan para formar nuevos grupos, pero no al azar. Los docentes analizan cuidadosamente las relaciones dentro de la clase, las calificaciones de los estudiantes e incluso sus preferencias, que cada estudiante puede anotar en una hoja. Esta práctica permite renovar continuamente el círculo social, prevenir el acoso y evitar el aburrimiento. Lo mismo ocurre con la alternancia entre actividades físicas y mentales (como la limpieza del salón, que sirve como un pequeño descanso), así como con las materias del horario diario.
Pruebe a no solo cambiar de asignatura si está aprendiendo varias cosas a la vez, sino también a variar los lugares donde estudia. Mantener el mismo horario sí es recomendable, ya que el cerebro se "activa" más fácilmente por costumbre que por obligación. También puede añadir estímulos específicos, como una goma de mascar o una música que asocie con el estudio. Pero si hoy estudia en casa y mañana en la biblioteca, ¡esto definitivamente le beneficiará!
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Encuentre maneras de expresar reconocimiento
El reconocimiento es una parte importante de la cultura educativa en Japón. Se considera que, sin una valoración adecuada de sus esfuerzos, un niño no se motivará a esforzarse más. Por eso, en Japón se presta mucha atención a la forma de alabar y premiar a un niño por su trabajo. A veces se entregan adhesivos coloridos o incluso certificados, y otras basta con unas palabras de aliento delante de toda la clase. Estos certificados pueden convertirse en una colección personal que el niño querrá ampliar. Si se trata de recompensarse a usted mismo, puede crear su propio sistema de premios: comprar algo por cada examen aprobado o tema dominado. Idealmente, un tipo de artículo específico, que se convierta en su propio sistema de logros. Por ejemplo, si le gustan las figuras de Funko POP, podría tener una por cada curso terminado.
De casi cualquier sistema educativo se puede extraer algo útil, ya que cada uno tiene sus propias ventajas únicas y características particulares. La metodología japonesa es especialmente adecuada para quienes valoran la disciplina y son detallistas, lo que la convierte en una base ideal para criar niños diligentes y enfocados. Y, como hemos visto, esta disciplina también puede enseñar mucho a los adultos.