Control total, aplicaciones para espiar a niños, frases estereotipadas como “¡ponte un gorro, que si no, te resfriarás!” o "llámame cuando llegues": todos estos son marcadores de que las relaciones entre padres e hijos no son las más saludables y, en particular, de sobreprotección.
Por supuesto, se puede objetar que no existe el exceso de cuidados. Sin embargo, el cuidado excesivo lo hace tóxico para tu hijo. Descubramos juntos qué otras señales distinguen la sobreprotección, por qué es peligrosa y cómo tratarla.
¿Cómo se manifiesta la sobreprotección y de qué tipos puede ser?
El término hipercustodia o hiperprotección hace referencia a uno de los tipos de relaciones entre hijos y padres, que se caracteriza por un control total y un cuidado excesivo por parte de estos últimos. También podemos decir que la sobreprotección es un estilo especial de relaciones en la familia, cuando un adulto autoritario, no necesariamente un padre, muestra una intrusión excesiva, limita al niño en su libertad y su propia elección, y lo priva de la oportunidad de mostrar la más mínima independencia.
Es importante comprender que existe una línea delgada y no siempre perceptible entre una manifestación saludable de cuidado y la sobreprotección. Esto se debe a que en los primeros años de vida de su hijo, los padres se ven obligados a cuidar completamente del bebé, satisfacer todas sus necesidades, ya que él mismo aún no es capaz de reconocerlas y controlarlas. Sin embargo, a medida que el niño crece y comienza a comprenderse a sí mismo y a sus necesidades, los padres deben darle la oportunidad de actuar de forma independiente. Por supuesto, los progenitores siempre están dispuestos a ayudar y el niño aprende a resolver todas las necesidades, preguntas y problemas que surgen independientemente de ellos. Ésta es la diferencia más importante entre un cuidado saludable de los padres y la sobreprotección. Si los padres son sobreprotectores, seguirán vigilando todas las necesidades del niño, controlándolas y apresurándose a satisfacerlas lo más rápido posible.
Los psicólogos señalan que la sobreprotección tiene tres componentes:
- cognitivo: los padres perciben al niño como el único valor;
- emocional: los padres están muy cerca del niño a nivel sensorial;
- conductual: los padres no pueden simplemente observar crecer al niño, sino que sienten la necesidad de participar activamente en su vida.
La manifestación excesiva de uno u otro componente indica que los padres son padres sobreprotectores. Sin embargo, la sobreprotección también se presenta de diferentes formas:
- Dominante
El tipo de sobreprotección más claramente dominante se manifiesta en el deseo de los padres de proteger cada paso del niño y controlar todas sus acciones. Esto también implica la supresión de la independencia, la falta del derecho del niño a elegir. En otras palabras, los padres con sobreprotección dominante personifican un estilo de educación autoritario, que implica prohibiciones y reglas estrictas, sumisión incondicional y ejecución de todas las órdenes de un adulto autoritario.
- Indulgente
Este tipo de sobreprotección implica satisfacer los caprichos del niño, admirar todas sus acciones, protegerlo de las dificultades y responsabilidades del hogar. En este caso, los padres quieren proteger a su hijo de todas las manifestaciones del mundo exterior y hacer todas las tareas e incluso los deberes de casa por él.
- Demostrativo
Los padres sobreprotectores de tipo demostrativo dependen en gran medida de las opiniones de las personas que los rodean. Como regla general, el hijo de tales padres se verá obligado a asistir a docenas de talleres y cursos de desarrollo, en contra de sus propios intereses y deseos. La educación en este caso tendrá como objetivo mantener la imagen y reputación de la familia ante los demás.
- Inerte
Con este tipo de sobreprotección, los padres buscan deliberada y conscientemente mantener la dependencia del niño y la capacidad de controlar todas sus acciones, suprimir la independencia y la iniciativa, la autoafirmación a sus expensas, y no quieren aguantar el proceso de crecimiento.
Pero no importa qué tipo de sobreprotección ejerzan los padres, sus síntomas siguen siendo similares para todas las variedades:
- control total, el deseo de asegurar cada paso del niño y protegerlo de posibles riesgos;
- suprimir la iniciativa y la independencia;
- ignorar los intereses, deseos y opiniones del niño;
- limitar el círculo de comunicación;
- evaluar al niño y compararlo constantemente con otros niños.
Causas y consecuencias de la sobreprotección.
La mayoría de los padres, sin saberlo, traumatizan a sus hijos con excesivo cuidado y atención. Los psicólogos nombran entre las razones más comunes de este comportamiento:
- aumento de la ansiedad de los padres causada por miedos obsesivos;
- compensación por los errores de sus propios padres, por ejemplo, falta de amor y atención en la familia;
- perfeccionismo y deseo de ser un padre ideal;
- síndrome del estudiante excelente;
- miedo a la soledad;
- compensación por fracasos en otra área de actividad, por ejemplo, carrera;
- instintos fisiológicos (las madres que han esperado mucho tiempo para que naciera su hijo han sufrido complicaciones durante el embarazo o parto difícil).
Sin embargo, cualesquiera que sean los motivos que guíen a los padres sobreprotectores, esto inhibe el desarrollo de los hijos, y la preocupación y ansiedad constantes de un adulto se transmite al niño. Otras consecuencias de la sobreprotección para los niños incluyen:
- egoísmo e inmadurez;
- inseguridad;
- miedo a cometer un error y fracasar;
- falta de límites personales;
- incapacidad para asumir responsabilidades y tomar decisiones;
- autoestima inflada;
- falta de pensamiento crítico;
- dependencia de las opiniones de otras personas, etc.
Dependiendo de qué tipo de sobreprotección practican los padres del niño, ciertas consecuencias pueden variar y ser más fuertes o más débiles. Por ejemplo, para un niño que creció en un entorno sobreprotector dominante, los rasgos como la incapacidad de asumir responsabilidades y tomar decisiones serán más característicos, porque sus padres siempre lo han hecho por él.
Sin embargo, los propios padres sufren de sobreprotección no menos que los niños. Esto se expresa en:
- irritabilidad y ansiedad;
- conflicto;
- aumento de la ansiedad y el miedo;
- dependencia de la aprobación de los demás.
Cómo dejar de ser hiperprotector
Si comienzas a notar señales de comportamiento sobreprotector y cuidado excesivo, vale la pena reconsiderar el estilo de comunicación en tu familia y especialmente las relaciones entre padres e hijos. En primer lugar, es importante comprender el problema de la sobreprotección y luego tratar de comprender las razones de tus ansiedades y miedos, para descubrir cuán justificados y adecuados son a la situación. Por supuesto, un curso de psicoterapia es lo que mejor te ayudará en esto, ya que podrás hacer frente a los problemas acumulados y no proyectarlos en tu propio hijo. Sin embargo, puedes empezar a combatir los síntomas de la sobreprotección por tu cuenta. Para hacerlo, usa algunos consejos:
Consejo 1. Interésate por la opinión del niño y dale derecho a elegir. Piensa por un minuto, ¿qué podría pasar si tu hijo tomara una decisión por sí solo? Seguro que la Tierra no abandonará su órbita y no ocurrirá ningún desastre. Por supuesto, al principio es difícil aceptarlo, pero comienza con lo más simple, por ejemplo, deja que tu hijo elija el color de la camiseta a ponerse o el sabor del jugo a tomar sin el consejo de sus padres. Trata de controlarte y abstente de decir "Sé mejor lo que necesitas".
Consejo 2. No hagas por tu hijo lo que él mismo puede hacer. Permítele mostrar independencia y, si sucede algo, está preparado para ayudar. Al mismo tiempo, centra la atención del niño en el hecho de que la responsabilidad de tal o cual decisión recae en él.
Consejo 3. Deja de hacer los deberes con tu hijo o por él. Todo lo relacionado con la educación de un niño debe ser responsabilidad suya. Sólo así podrá aprender a ser independiente, a gestionar adecuadamente el tiempo y a ser responsable de las notas que recibe en la escuela.
Consejo 4. No te apresures a criticar en caso de fracaso, error o elección equivocada. Trata de explicarle al niño por qué se equivocó y cómo se puede corregir la situación. Pero bajo ningún concepto utilices frases como "te lo dije".
Consejo 5. No invadas el espacio personal del niño y establece límites claros. Si no puedes renunciar al control total sobre tus hijos, intenta hacerlo de forma discreta y sin presiones. Lo mejor es establecer ciertas reglas, por ejemplo, no entrar en la habitación del niño sin tocar. Déjalo estar solo consigo mismo y no intentes seguir cada paso.
Consejo 6. Piensa en ti mismo. Las necesidades del niño son, por supuesto, importantes. Pero nada menos lo son las tuyas. Aprende a vivir tu propia vida, encuentra nuevos intereses y pasatiempos, desvía tu atención de tu amado hijo a otras cosas que son importantes para ti. No te preocupes por ser un poco menos atento de lo habitual. A esto se le llama egoísmo saludable.
Consejo 7. Pero no te sobreestimes. Comprende que, si para ti tu hijo es el mundo entero, es posible que para él no sea así en absoluto. Además de ti, lo educan en el jardín de infancia y en la escuela, se comunica con sus compañeros y otros adultos con autoridad y tiene sus propios pasatiempos e intereses. Debes estar presente y brindar toda la ayuda posible, pero no convenzas al niño a la fuerza de tu propia importancia ni esperes una reacción entusiasta de su parte.
Consejo 8. Permítete cometer errores. La sobreprotección es el deseo de convertirse en un padre ideal. Lamentablemente, esto no sucede. Recuerda que tú también eres una persona; a veces, puedes distraerte de las tareas domésticas y relajarte mientras tu hijo se pone las medias al revés, confunde el zapato derecho con el izquierdo y come una segunda ración de bombones.
Consejo 9. Lee la literatura relevante e intenta comprenderte a ti mismo. Si te resulta difícil renunciar al control total y darle libertad a tu hijo, quizás todavía no hayas comprendido los motivos de este comportamiento y tus propios problemas psicológicos. Utiliza literatura que te ayude a pensar más sobre la educación de los hijos. Por ejemplo:
- el libro de Julie Lythcott-Haims, "Déjales ir", habla sobre tres estilos de sobreprotección, cómo superarlos y permitir que un niño crezca para ser independiente, tener confianza en sí mismo y ser verdaderamente un adulto;
- un voluminoso trabajo científico "Niños independientes" del neuropsicólogo William Stixrud y el maestro Ned Johnson sobre las etapas de formación del sistema nervioso de un niño y la importancia de permitir que los niños tomen decisiones por sí mismos desde una edad muy temprana;
- el libro "Los niños vienen del cielo", de John Gray, que explica cómo desarrollar la autoconfianza en un niño;
- el libro de Madeleine Levin "El más valioso", que te contará qué es realmente importante enseñarle a un niño para que crezca exitoso y feliz.
Cada uno de estos consejos te ayudará a deshacerte poco a poco de los síntomas más evidentes de sobreprotección y a darle más independencia a tu hijo. Sin embargo, para encontrar las causas de tu comportamiento sobreprotector, debes buscar ayuda profesional. Lo más importante que puedes hacer tú mismo es reconocer el problema y tomar la decisión de cambiar la situación actual en beneficio de tu propio hijo.