En los últimos cien años, las tecnologías han cambiado por completo la forma en la que vivimos y aprendemos. ¿O tal vez no?
Si miras el cuadro del artista italiano Laurentius de Voltolina, que vivió en los siglos XIII-XIV, puedes reconocer fácilmente las realidades familiares para todos los estudiantes: hay una conferencia, los estudiantes en las primeras filas escuchan atentamente al maestro, y los estudiantes de atrás ya no saben cómo divertirse. Algunos están durmiendo, otros están teniendo una charla. Es mucho más fácil para los estudiantes modernos entretenerse: solo necesitan encender su teléfono inteligente y conectarse a Internet. ¡Este es el primer ejemplo de cómo la tecnología ha cambiado nuestro aprendizaje y nuestras actitudes hacia ella! Pero eso no es todo.
El acceso a la información
Era muy difícil para un estudiante medieval acceder a la información: los libros eran difíciles de conseguir y para leer el manuscrito deseado tenía que hacer un viaje de un mes o incluso un año. Ahora, para acceder a la información que necesitamos, simplemente tenemos que pulsar algunas teclas en el teclado. Pero esto también tiene sus inconvenientes.
Hay mucha información falsa y poco confiable en Internet. Imaginemos que estás buscando una respuesta a una pregunta específica. Encuentras cinco enlaces que responden "sí" a esta pregunta y solo un enlace que dice "no". ¿Qué enlace te daría más confianza? Por desgracia, lo más probable es que sean los cinco enlaces, porque son la mayoría, lo que significa que no pueden mentir. ¡Pero este no es el caso! El problema es que un investigador competente puede expresar una opinión impopular, mientras que los otros enlaces pueden conducir a recursos bien conocidos pero escritos por unos aficionados.
Los profesores a menudo se quejan de que los estudiantes usan información no verificada de Internet, pero no se puede simplemente prohibirles usar información, sino que se les debe enseñar cómo trabajar con ella correctamente. Hoy en día, esta es una tarea clave para los profesores. Como mínimo, deben informar a los estudiantes sobre las falsificaciones: qué son, cómo identificarlas y cómo verificar la confiabilidad de un recurso.
Modelos de conducta del profesor y el estudiante
Anteriormente, el modelo de enseñanza más popular se veía así: el maestro compartía sus conocimientos en las clases magistrales y los estudiantes intentaban memorizar y escribir tanto como sea posible. Los estudiantes recibían información de forma pasiva, sin intentar expresar sus opiniones ni participar activamente en el proceso educativo. Este modelo de formación todavía se utiliza en la actualidad. Pero, ¿es efectivo?
Escuchando, percibimos solo el 13% de la información que recibimos a diario. Visualmente, ¡obtenemos hasta el 75% de la información sobre el mundo que nos rodea! ¿Qué significa esto? Recordamos mejor la información visual y lo que nosotros mismos aplicamos en la práctica. Anteriormente, era difícil organizar la transmisión de información a través de los medios visuales, pero las nuevas tecnologías nos ayudan a resolver este problema.
Ahora, el profesor ya no es la fuente única de conocimientos, sino un asistente cuya misión es crear un ambiente propicio para que el estudiante reciba información y enseñar a encontrarla. Las tecnologías modernas permiten organizar este proceso para que los estudiantes puedan dedicar el máximo tiempo a la práctica de habilidades y, como resultado, no solo memoricen el material, sino que también aprendan a utilizarlo.
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Relaciones entre estudiantes
En los siglos pasados, los estudiantes se limitaban a comunicarse con aquellos con quienes estudiaban en la misma clase o en el mismo grupo. Ahora la situación ha cambiado: gracias a las nuevas tecnologías, los estudiantes pueden mantenerse en contacto con estudiantes de otros países y universidades. ¿Cómo esta integración cambiará nuestra educación? Aparecerán (y ya han aparecido) muchos proyectos internacionales interesantes. Tanto estudiantes como profesores están involucrados en tales proyectos. Y los proyectos internacionales, a su vez, hacen que el entorno educativo sea más competitivo: los estudiantes compiten no solo con sus compañeros, sino con los mejores de los mejores en su especialidad.
Gracias a los proyectos internacionales, el nivel general de los trabajos académicos de los estudiantes aumenta: los estudiantes talentosos y emprendedores tienen la oportunidad de ganar reconocimiento y, tal vez, incluso construir una carrera exitosa en el futuro. Al mismo tiempo, se intensifica la competencia entre instituciones educativas. Si una escuela, un centro de formación o una universidad no ofrece oportunidades de desarrollo para estudiantes talentosos, entonces éstos pueden encontrar fácilmente una mejor institución.
La segunda consecuencia importante es que la alta competencia creará un entorno psicológico más tenso. En esta etapa, es importante ayudar tanto a los estudiantes como a los educadores a adaptarse y lidiar con el estrés. Para esto, serán necesarios cursos de inteligencia emocional y gestión de conflictos, cuya demanda, por cierto, ya está creciendo exponencialmente.
La tecnología está cambiando nuestras vidas y nuestra educación: la relación entre estudiantes y profesores, la relación entre compañeros de clase. Se están formando nuevos modelos, pero ya se puede decir con seguridad que todos ellos serán más democráticos, más flexibles y más competitivos que los modelos antiguos. ¡Este es sin duda un nuevo impulso para el sistema educativo!